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Domingo, 29 Noviembre 2009 21:07

Pensando sobre Keynes

por Luis Alejandro Rizzi
desde Buenos Aires

“…La dificultad reside no en las ideas nuevas, sino en regir las viejas que entran rondando hasta el último pliegue  del entendimiento de quienes se han educado en ellas, como la mayoría de nosotros.”
John Maynard Keynes


La idea básica de Keynes la resumiría en un equilibrio de relaciones entre la oferta y la demanda global, entre la inversión y la tasa de interés y el ingreso y el ahorro las que a su vez se relacionan todas entre ellas.
Keynes dice en las primera páginas de su libro que si el precio de la demanda global es mayor que el precio de la oferta global los empresarios tendrán “…un estímulo…en el sentido de aumentar la ocupación por encima del nivel del de N (el número de empleados) y, si es preciso, elevar los costos compitiendo entre si por los factores de la producción hasta que…” el valor de N determine la nueva paridad entre el precio de la oferta y de la demanda global que denomina como la “demanda efectiva”.
Una cien páginas mas adelante nos brinda otra conclusión que es la siguiente: “…la producción de nuevas inversiones se llevará hasta el nivel en que la eficiencia marginal del capital se iguala con la tasa de interés; y los que nos indica la curva de la eficiencia marginal del capital no es la tasa de interés, sino hasta que punto se llevará la producción de nuevas inversiones, conocida la tasa de interés.”
Por último y volviendo a las primeras páginas Keynes nos dice que “…cuando el ingreso real aumenta, el consumo total crece, pero no tanto como el ingreso.”
Esa afirmación de raíz sicológica tiene que ver con lo que llama la “propensión al consumo” que tiene impacto directo en el volumen de la demanda efectiva y la propensión a invertir que en definitiva será la que determinará un aceptable nivel de ocupación y de gasto.
Cuando la propensión a invertir es débil en una comunidad potencialmente rica, como es y ocurre hoy en Argentina, el gasto y el consumo no modifican la debilidad del incentivo a invertir.
En este esquema faltaría un elemento que es la “calidad de la inversión” ya que una baja del precio del costo del dinero puede llevar a multiplicar inversiones ineficientes e improductivas hecho que ocurriría en un marco de una economía esencialmente cerrada.
Diría que en ARGENTINA la calidad de la inversión en general es baja, salvo en la década del 90 cuyos frutos se advirtieron a partir de la crisis del 2002, pero que por el momento no solo se ignora sino que además se denosta.
Esta baja y mala calidad de la escasa inversión argentina obliga a cerrar o limitar las importaciones para garantizar un saldo comercial positivo con a la única finalidad de incrementar las posibilidades del gasto improductivo por parte del Estado.
La maraña de subsidios, la reestatización de empresas, la consecuente falta de incentivos para la inversión, el incremento de la pobreza y el desempleo, nos demuestran palmariamente que el gasto y el consumo son absolutamente insuficientes para mantener en el largo plazo un proceso serio de desarrollo y crecimiento.
Por otra parte estas políticas favorecen la concentración de riqueza en beneficio de todos los que son beneficiarios de los favores del estado.
Los índices de crecimiento que tuvo la Argentina no se han traducido en una distribución del ingreso equitativa ni en un mejoramiento del índice de Gini que actualmente es del 0,48.
Tampoco quiero pasar por alto lo que expresa Keynes en el prólogo de su TOERIA GENERAL…dónde explica que la economía monetaria es aquella “…en que los cambios de opinión respecto al futuro son capaces de influir en el volumen de ocupación…, pero nuestro método de analizar  la conducta económica presente, bajo la influencia  de los cambios de ideas respecto al futuro, depende de la acción reciproca de la oferta y la demanda…”
A partir de esta suerte de plataforma de ideas expuestas por John M. Keynes hemos hecho algunas reflexiones, intentando aportar ideas distintas. Ello conlleva un riesgo que es el de caer en el disparate, riesgo que no obstante asumo.
La economía en cuanto acción está más cerca del arte que de la ciencia y se convierte en ciencia cuando uno se adentra en su conocimiento íntimo.
La economía en cuanto acción, es acción política.
El arte es fruto de la creación, de la inspiración, de la imaginación y de la audacia de la persona dotada con ese don que la Real Academia define como “Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”
En nuestra época la economía en cuanto ciencia alcanzó una perfección suprema como lo señalo Edgard Morin, pero esa perfección la deshumanizó por completo al punto tal que alteró la escala clásica de valores dándole primacía al “tener” sobre el “ser”.
Pero hubo otra consecuencia mas dañina aun que afectó a nuestro sistema cultural que BAUMAN llama modernidad líquida.
El arte es armonía en la forma, en la estructura, en el contenido y la economía en cuanto acción perdió el sentido de la armonía lo que produjo una ruptura en las relaciones de sus “fundamentals”.
Al principio aludía a lo que según mi modo de ver eran las relaciones esenciales que nos presentaba Keynes y esas relaciones al perder su armonía se van deteriorando, primero de modo imperceptible y a medida que pasan los tiempos y el deterioro se agudiza y cuando se producen los colapsos o crisis.
Greenspan se preguntaba ¿Dónde se traza la línea entre un boom económico saludable y emocionante y una burbuja bursátil alocada y especulativa?
Ese es quizás el límite entre la acción económica como arte y la acción económica como mamarracho.
Parecería que la economía como ciencia se especializó en la tecnología de las “burbujas alocadas y especulativas” haciéndolas pasar como racionales y morales. Greenspan evidentemente al decir burbujas especulativas estaba implícitamente efectuando una calificación ética negativa.
Lo cierto es al romperse las relaciones entre el valor del dinero, tasa de interés, y el resto de los “Fundamentals” de la economía se gestó la mas espectacular de las “burbujas alocadas y especulativas” que trastocaron el sistema económico global.
La ruptura de la relación entre el precio del dinero, tasa de interés, y los bienes se hizo patente en el interés de las hipotecas.
La baja de los intereses de esos créditos disparó los precios de las viviendas no solo en los EE.UU. sino en Gran Bretaña, Australia y muchos otros países. En solo cinco años desde 2000 a 2005 el valor de mercado de la propiedad residencial en las naciones desarrolladas subió desde los 40 billones de dólares a más de 70 billones lo que no parece una relación razonable y armónica.
Algo estaba desafinando y ese algo era la voracidad de la especulación inmoral. Se estaba traspasando el límite invisible entre el uso y el abuso.
En verdad el dinero fácil y barato había distorsionado los mercados.
En este punto deberíamos distinguir entre el ahorro que en forma de crédito se destina a la inversión y el que se destina a financiar el gasto y consumo.
La moraleja de la crisis iniciada hace un par de años y que eclosionó a fines de 2008 es que el crédito destinado a financiar el gasto y el consumo, en el caso los créditos hipotecarios, distorsionaron el valor de las propiedades hacia la suba a tal punto que ocurrió lo que la lógica hacia prever y nadie le prestó atención; se debería llegar a un punto en el cual el monto del crédito hipotecario superara el valor de la propiedad momento en el cual el deudor advertía que no tenia sentido seguir amortizando la hipoteca.
También se cerraba el ciclo de la sucesión de ventas ya que estas tenían sentido cuando reportaban una ganancia de capital al vendedor, mas nunca cuando hubiera reportado una pérdida.
A su vez el dinero obtenido como consecuencia de esas diferencias de valores entre la compra y la venta impulsaron un consumo alocado hasta que la crisis parió.
Una conclusión a la que llego es que la tasa de interés no es un medio idóneo para regular el gasto y el consumo o como se dice para calentar o enfriar la economía.
Cuando la tasa de internes se utiliza con esa finalidad por parte de los bancos centrales se alienta la propensión hacia la especulación del mismo modo que el desesperado busca su salvación en el casino.
El nivel de la inversión se evalúa a partir del precio del dinero y no a la inversa, ya que si asi fuera, el “dinero barato” seguramente se dirigiría a financiar actividades de baja productividad o ineficiencias que de otro modo jamás se hubieran producido.
En nuestra opinión es la productividad de la inversión la que debe fijar la tasa de interés cuyo factor de riesgo para el ahorrista estará dado por la eficiencia e idoneidad con la que se materialice la inversión.
Esta racionalidad aplicada a la tasa de interés debería asimismo disciplinar a los mercados de capitales cuyos productos no tendría otra alternativa que respetar la referencia dada por el costo del dinero.
A su vez el crédito para el consumo también debería tener límites uno de ellos debería ser con relación al precio del bien a comprar o servicio a recibir, no debería exceder de un 30% o 40% del precio final y el otro límite la tasa de interés para prevenir que se dilapide ahorro en bienes superfluos.
Muchas veces lo superfluo se convierte en necesidad en la medida que se facilita el acceso.
El destino esencial del ahorro debe estar destinado a la financiación de la inversión con los mejores niveles de productividad, la financiación del gasto y consumo debe ser un objetivo secundario.
La gente debe también advertir que toda inversión conlleva el riesgo de perder, ganar o tener un efecto neutro. Ningún sistema debe siquiera intentar cubrir los riesgos que se originan en toda actividad económica.
Tampoco el ahorro público puede reemplazar al capital.
Si es deseable que parte del ahorro se destine a la inversión directa mediante los diversos sistemas de participación existentes como son las sociedades comerciales. En estos casos el inversor arriesga su “ahorro” al convertirlo en “capital” y este le reportará beneficios o pérdidas en base a los resultados obtenidos en los sucesivos ejercicios.
Se calcula por parte de especialistas que habría excedentes de liquidez del orden de los diez billones de dólares que esperan la oportunidad para salir de su escondite, creo que la clave está en la dirección que tomen, si van para el lado de la inversión, significaría que la crisis dejó una lección que fue aprendida, si van nuevamente para el lado de la especulación significaría que no aprendimos nada y obviamente los ciclos de las crisis se abreviarán.
De todos modos ese volumen de dinero es suficiente para iniciar un proceso de recuperación, para el crecimiento deberemos esperar que aparezcan nuevos verdaderos artistas de la economía como dice la definición de la Real Academia y que se expresen “desinteresadamente” aunque esto parezca una  estúpida ilusión.
La mejor política para Alentar el consumo debe provenir del nivel de productividad de las empresas y del poder adquisitivo del salario.
Todo lo demás es hinchazón como síntoma de la vanidad, presunción, soberbia o engreimiento de los gobernantes.
El restablecimiento de las relaciones keynesianas no es una cuestión de cantidades sino de respeto a los valores y obviamente de un replanteo de la enseñanza de la economía.